¿Somos conscientes de cuántas veces entregamos información personal al navegar por internet? En un ejercicio rápido, RUN, dirección y claves son obligatorios al hacer, por ejemplo, una compra en la aplicación del supermercado. No hay que olvidar que las compras están, hoy más que antes, inevitablemente asociadas a un pago virtual, que se hace entregando los datos bancarios o de una tarjeta de débito o crédito a la aplicación o web.
No hay duda que la sinergia entre las nuevas tecnologías y el uso de datos personales nos da la oportunidad de tener una mejor calidad de vida, sin embargo en esta nueva forma en la que concebimos la vida diaria –y en la que el ecommerce sigue consolidándose como la principal forma de compra en el mundo–, se vuelve urgente hacer un ejercicio que está pendiente: practicar la seguridad en la entrega de datos en el ciberespacio.
De acuerdo al estudio “El Ciudadano y su Privacidad”, realizado en 2022 por la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile y Customer Trigger, un 92% de los ciudadanos considera “muy importante” compartir su información personal con un tercero. En contraste, la “comodidad” con el “tipo de datos” personales que actualmente comparten los ciudadanos con las organizaciones registra sólo un 22%, y con respecto a la “cantidad de datos” un 19%. Por otro lado, el 93% de los ciudadanos afirma sentirse “muy preocupados” de que las organizaciones usen sus datos para otros fines diferentes para los cuales fueron solicitados.

Al parecer, los chilenos no están tan “cómodos” o realmente conscientes del alcance de la entrega diaria, constante y definitiva de sus datos.
¿Cómo podemos resguardarnos? Hay simples maneras de hacerlo y que implican sólo algo más de atención y cuidado, pero que no se enseñan, hasta ahora, de forma inmersiva, como realmente debiera ser.
La tarea pendiente es introducir el cuidado de los datos en las generaciones más jóvenes a temprana edad. Tal como nos instan desde pequeños a mirar a ambos lados antes de cruzar la calle, debiéramos en el ciberespacio, mirar dónde, a quién y bajo qué condiciones estamos entregando nuestra información. En ese sentido, la revisión de las políticas de privacidad es crucial y la primera regla de oro debería ser asegurarse de que el sitio o app tenga, efectivamente, una política de privacidad clara y fácil de entender y que indique cómo se utiliza y se protegen los datos. En esta misma tarea, es necesario revisar las políticas de uso de los datos cuando se ingresa a los sitios en donde se exige información para navegar, hacer pagos, etc. Uno debería ocuparse de seleccionar qué cosas pueden usar dichas compañías. Sí, la posibilidad de elegir qué datos no quiero compartir existe, aunque esto no sea de conocimiento masivo.

Asimismo, debiera ser una condición autoimpuesta que la compañía en la que estoy comprando tenga altos estándares de protección de la información que entrego como titular del dato.
Finalmente, verificar la reputación de a quién compramos, –tal como miraríamos antes de cruzar la calle–, es otra condición ineludible y que debiera ser parte de un ejercicio de inercia antes de entregar información, al igual que verificar si se está utilizando una conexión segura: si el sitio web tiene HTTPS en lugar de HTTP, es mejor, ya que HTTPS indica que el sitio web está cifrado y que tus datos están seguros. Las reglas que nosotros mismos nos ponemos para la protección de nuestros datos no sólo contribuyen a la creación de confianza, sino que al mismo tiempo van creando un marco para el libre flujo responsable de información.